lunes, 5 de enero de 2009

Excursionismo en invierno


La montaña invernal también ofrece posibilidades para ser recorrida a pie y no hay que ser un escalador consumado para realizar travesías invernales. Sabiendo elegir los senderos y cimas adecuados, puede llevarse a cabo excursiones en la nieve muy satisfactorias, tanto en paisaje como en el esfuerzo realizado.

Son mucho los días de invierno en que las temperaturas son más que favorables y hay grandes posibilidades de realizar rutas entre los dos mil y tres mil metros de altitud, si se cuenta con pendientes de nieve favorables.
No hay que limitarse siempre y cuando sepamos buscar la escapada adecuada a nuestras posibilidades.
Las pendientes demasiado pronunciadas en las que existe peligro de aludes, los terrenos atravesados por escarpaduras o las vías que presentan grandes dificultades debido al hielo o nieve, resultan sumamente peligrosas, por lo que el senderista inteligente buscará otras alternativas más adecuadas a su experiencia y equipo.

Lo mejor antes de lanzarse a la conquista de un gigante blanco, es ir acompañado por personas que tengan uso y conocimiento del medio, experimentados en rutas invernales. Tener pensado rutas alternativas es otra buena opción antes de salir, pues si sobre la cumbre que deseábamos realizar el ascenso amanece cubierto de nubes tormentosas, quizás tenga otra hermana más amable que se deje subir.





Experiencias más intensas


La experiencia se percibe más intensa cuanto más difícil se plantea. Andar pesadamente a través de un bosque blanco por las nevadas o seguir pistas en la soledad de una ladera cubierta de polvo nieve en los momentos en que la luz solar hace brillar un sinfín de cristales de nieve, puede hacernos sentir una alegría indescriptible.

La montaña enmudece en invierno y cambia sus formas, se nos presenta impresionante, inaccesible y magnífica con su abrigo de nieve y coraza de hielo.
“El excursionista invernal cree por momentos haber sido transportado al mundo del hielo eterno. Donde en verano predominan las grandes planicies de hierba, ahora se extiende un inmaculado tapete blanco sobre valles y colinas, quizás surcado únicamente por las huellas de algún animal. En este terreno virgen el excursionista graba sus huellas, experimentando aquel mismo sendero, tantas veces recorrido, con mayor fuerza que en verano, y como si esta fuese la primera vez.”
(H. Höfler)

1 comentario:

Franziska dijo...

Te admiro, de verdad. Ese amor a la naturaleza lo comparto contigo pero, por mi parte, es como un amor imposible del que te alejas todo lo que puedes y que no dejas por eso de desear su cercanía.