martes, 9 de agosto de 2016

Castillo y ruinas arqueológicas romanas de Jimena de la Frontera, Cádiz


El Castillo de Jimena de la Frontera constituyó un elemento defensivo de vital importancia en la frontera sudoccidental del reino nazarí que se unía por el sur con Castellar de la Frontera y por el 
norte con Tavizna(Benaocaz).
Levantado sobre las ruinas de la Oba romana, punto importante de la vía entre Córdoba y Carteia, el castillo consta de un recinto irregular amurallado que rodeaba la antigua villa abarcando una zona extensa y alargada para adaptarse al terreno llano de la cima. Su interior está desmantelado y ocupado en parte por el cementerio, conservando completa la puerta de entrada al Patio de Armas que se articula según dos arcos de herradura apuntada, dispuestos el superior avanzado con respecto al inferior para favorecer su defensa, y conservando éste algunos restos de su antigua decoración pintada a base de motivos geométricos. Esta puerta está protegida por un torreón rectangular conocido como Torre del Reloj. Entre los sillares de este conjunto se encuentran dos cipos y una basa de origen romano. El castillo es tomado a los musulmanes en el año 1431, volviendo a recuperarlo estos en 1454 hasta el año 1456 en que es tomado definitivamente por las fuerzas cristianas al mando de Enrique IV; siendo posteriormente vendido al duque de Medina-Sidonia don Enrique de Guzmán en 1471 para su defensa y mantenimiento.

 Cuenta con un Alcázar que se encuentra en el extremo oriental del recinto rodeado por una doble muralla almenada en la zona correspondiente al patio de armas, y en cuyo centro se situa la circular Torre del Homenaje, lo más singular de esta fortaleza, dispuesta como una torre de vigía a la manera habitual del litoral nazarí. Esta torre se conserva en relativo buen estado, faltando sólo el remate almenado. Consta en su interior de dos cámaras, baja y alta, esta última cubierta con bóveda de paños y a la que se llega a través de una escalera de caracol.
El recinto exterior acoge a los aljibes, construcciones de ascendencia romana, cuyo aspecto actual corresponde al periodo islámico.
Todo el conjunto tiene su origen en el siglo XIII, aunque fue reformado en los siglos posteriores, presentando una fisonomía que responde al periodo Nazarí con algunos añadidos de la época cristiana.Varios siglos más tarde el viejo castillo sirvió aún durante la Guerra de la Independencia, cuando en el año 1810 el general Ballesteros centra sus operaciones en el Campo de Gibraltar y establece su cuartel general en Jimena, reparando la fortaleza musulmana.




 ALJIBES
Repartido por el perímetro amurallado se distribuyen los depósitos de agua de época medieval, denominados Aljibes, que abastecerían a los habitantes de la ciudad. Con unas dimensiones 12,10 m de norte a sur y 13,50 m de este a oeste y una profundidad máxima de 5,85 m, llegando a albergar unos 800 m cúbicos de agua y construido en el siglo XII, el aljibe almohade es el más representativo de todos los allí presentes, situado entre la calzada principal de época medieval que atravesaría el patio de armas en dirección al alcázar y el actual cementerio municipal. Este presenta restos de aparejos romanos, como es el caso del opus signinum, muy utilizado en las obras hidráulicas y que denotan la posible reutilización de una cisterna de época romana. Tras la excavación del aljibe en la misma roca madre, sus lados son revestidos con una capa de argamasa de unos 60-80 cm de espesor, y cuyo suelo estaría cubierto con ladrillos. El techo está formado por cinco bóvedas de cañón que descansan sobre cuatro filas de dos arcos y pilares, todos hechos en ladrillo. La presencia de numerosos parches de argamasa en las bóvedas de cañón, evidencian que su parte exterior estaría totalmente enlucida.
En la esquina sureste, se observa un rebosadero que hace pensar que el aljibe era llenado por las aguas pluviales o posiblemente por un manantial natural que emerge desde el suelo. En las bóvedas centrales que lo cubren, existen dos aberturas cuadradas en las que han quedado evidenciadas una serie de ranuras que obligan a pensar en el posible uso de un cordel al que iría atado cualquier tipo de recipiente para la extracción de agua de su interior.

 Declarado Monumento Nacional en el año 1931, el Conjunto del Castillo de Jimena de la Frontera se alza estratégicamente sobre el denominado Cerro de San Cristóbal. Representa, por su envergadura, el conjunto monumental de mayor importancia de la localidad desde épocas remotas, pues su ocupación data desde la prehistoria como demuestran las cuevas de arte rupestre sitas no muy lejos de él, pasando por los tartésicos, bástulos, turdetanos, fenicios, romanos, musulmanes y cristianos, que dejaron su legado arquitectónico y cultural en la ciudad actual.






 TEMPLO ROMANO
Debido a la pendiente pronunciada que presenta la ladera occidental del conjunto, son numerosas las evidencias arqueológicas procedentes de la antigua ciudad de Oba que han sido halladas (basamentos tallados de piedra caliza o trozos de columnas), y que han puesto en relieve la monumentalidad que tuvo durante la ocupación romana. Uno de esos monumentos, cuya cimentación ha perdurado con el paso de los siglos, es el templo romano al que se atribuye una cronología del siglo I a.C. Levantado justo al lado de la puerta de acceso occidental, se pudo documentar su existencia por el hallazgo de un pedestal de columna y unos sillares de piedra perfectamente tallados con unas acanaladuras, que hizo pensar que se trataba de un templo tetrástilo (con cuatro columnas en su frente) y próstilo (con columnas solamente en la fachada del edificio).


 EL FOSO Y ACCESO A LA ALCAZABA
Con una longitud de este a oeste de 43 m, una anchura máxima de 6,6 m y una profundidad de casi 7 m, pudiendo fechar su ejecución entre los siglos XIII-XIV el foso, al igual que pasa con los aljibes, está excavado en el nivel geológico formando una sección en V. En la base, para facilitar su limpieza, se talla un pequeño canal que desvía los residuos procedentes del interior del alcázar o del agua de lluvia hacia los dos pequeños orificios abiertos en los extremos, permitiendo que el foso estuviese seco y limpio en todo momento, sin que necesitara un mantenimiento constante.
El acceso al alcázar, alterado en épocas posteriores, a sus inicios en los siglos XIII-XIV estaba conformado por un puente retráctil que se desplegaría para salvaguardar el desnivel geológico de la explanada con respecto al interior del recinto. Ya en el XVI, este acceso es alterado y se construye un nuevo puente, esta vez de forma estática formando una pasarela con base troncocónica con mampuestos de piedra caliza y arenisca, cuya parte superior albergaría un pavimento que facilitaría el acceso al recinto de la alcazaba. En la actualidad se aprecia un basamento de sillares de caliza salvaguardando el foso, construido durante el siglo XIX por los franceses, facilitando el montaje de artillería pesada en el interior de la alcazaba, así con en la parte más alta de la torre del homenaje con unos fines puramente defensivos.


 TORRE DEL HOMENAJE
En el centro del denominado Alcázar, se encuentra la torre del homenaje, con una altitud de 13 m, es la torre mejor fortificada y más emblemática situada en el último reducto de resistencia que poseía la fortaleza. Construida en planta circular, y sobre una más antigua de época romana de planta poligonal de menores dimensiones, consta de dos estancias en su interior cubiertas con bóvedas de paños muy alteradas arquitectónicamente, aunque por su tipología podría tratarse de una bóveda de estilo mudéjar e incluso de época islámica, adquiriendo la peculiaridad que se merece pues en occidente este tipo de torres islámicas de planta circular no son habituales, sí las de planta poligonal, cuadrada o rectangular. El alcázar, reformado en época cristiana, conserva los fosos, cortinas y bastiones defensivos que, al igual que la torre albarrana la hacen una fortaleza totalmente independiente del resto de la ciudad.











 “BAÑO DE LA REINA MORA”
Situado en la ladera occidental del Cerro de San Cristóbal, a escasos metros del recinto fortificado del conjunto monumental, se encuentra el denominado “Baño de la Reina Mora”. Su nomenclatura viene dada por la antigua creencia de que en la pileta tallada sobre la misma roca arenisca se solía bañar una reina mora. Su cronología es difusa, pues existen numerosas construcciones por todo el Parque Natural de los Alcornocales que presentan las mismas características arquitectónicas, en las que se tallan una serie de oquedades donde se introducirían vigas de madera para construir una techumbre y crear así una estancia resguardada de las inclemencias climatológicas. Otras interpretaciones al respecto, sugieren que fue un puesto de avanzadilla, amortizando la pileta tallada como punto de almacenamiento de agua, ya que en esa parte de la ladera, por la formación geológica del terreno, no existía una buena visibilidad y por lo tanto era vulnerable en caso de asedio, e incluso que se tratara de una construcción mozárabe, por los paralelismos arquitectónicos hallados en la Provincia de Málaga.




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